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Las calles negras
Las calles negras
Las Calles Negras es una película de cine experimental del movimiento de contracultura de los años 60s, filmada en la ciudad de México, en formato Super8, en 1970, con una duración de 25 minutos, que está en resguardo de la Filmoteca de la UNAM.
La idea y el título de la película están inspirados en el poema “Howl”, de Allen Ginsberg (Generación beat), que dice: “He visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, muriéndose de hambre, histéricas, desnudas, arrastrándose por las calles negras en las madrugadas en busca furiosa por un pinchazo de droga…” Es el vacío existencial, no hay razón de ser.
El cine super 8 significó en los años setenta un espacio de expresión libre, sin censura, muy dinámico, que por su fácil acceso fue utilizado por los jóvenes de la época para expresar sus planteamientos críticos, lo que hoy resulta de sumo interés, en tanto son un buen reflejo y testimonio de las preocupaciones y visiones que se tenían en ese momento histórico.
Pero quizás lo más relevante de esta película, es que los planteamientos que presenta tienen plena vigencia hoy en día, en tanto toca muchos de los problemas más significativos del momento presente.
Ficha técnica
Dirección: Felipe Tirado
País: México
Año: 1970
Duración: 25 minutos
Guion: Felipe Tirado y Ricardo Tirado
Música: Tocata y fuga en re menor – Johann Sebastian Bach
Don’t Worry, Kyoko – Yoko Ono, Baby let me hold your hand – Ray Charles
Preludio a Colón – Julián Carrillo
To Love Somebody – Janis Joplin
Until It’s Time for You to Go – Buff Sainte Marie
Sonido: Felipe Tirado y Sergio García
Fotografía: Sergio García Michel
Montaje: Felipe Tirado
Protagonistas: Ricardo Tirado, Patricia Valderrama, Cecilia Torres, Javier Espinosa y Viridiana García
Sinopsis:
Un hombre exitoso que vive en una gran metrópoli va apreciando la contrastada e injusta realidad social que vive en el absurdo. Esto lo sumerge en una desazón que lo hunde en el alcoholismo y la depresión. En su vagancia por las calles le toca ser espectador del desafortunado suicidio de otra víctima del sinsentido de la vida, lo que le produce una serie de alucinaciones oníricas rayando en la locura. En un golpe de conciencia de su infortunio, lo hace huir sin rumbo. Devastado, al amanecer, con la luz del alba ve renacer la esperanza personificada en una inocente niña que le tiende la mano obsequiándole un pan.